Las 10 frases que un buen orador no debería decir (Parte I)
En toda profesión, hay límites que no se deben sobrepasar. Algunos por obligación y otros, por precaución. A la hora de hablar en público pasa lo mismo. Hay frases o expresiones muy típicas que decimos sin pensar en cómo son percibidas por nuestra audiencia y que quizás en otros foros no desentonen, pero sí en uno en el que lo que buscas es posicionarte como un profesional de referencia, ganar nuevos clientes o impartir una clase magistral.
Para ayudarte a elegir mejor tus palabras, he seleccionado 10 expresiones que te recomiendo no usar y por qué. Hoy vamos a ver las cinco primeras, muy centradas en el inicio y en el cierre de una presentación.
1. Es para mí un orgullo y un honor…
Comenzar así tu presentación es apostar por cero innovación, nula creatividad y recurrir a una frase muy manida atribuida a autoridades. No puedes desperdiciar tus primeros minutos, vitales para la impresión que se lleve de ti tu audiencia, en utilizar frases resabidas que incluso puede que no peguen para nada con tu personalidad. En su lugar, apuesta por un lenguaje coherente, ya sea formal o informal, según la audiencia que corresponda.
2. Quiero comenzar contando algo más sobre mí (si ya te han presentando antes)
En ocasiones, cuando te invitan a impartir una conferencia o una charla, puedes ser introducido por un organizador que, de manera breve, cuenta a la audiencia quién eres, a qué te dedicas y algo más de tu experiencia. Cuando ya llega tu turno para hablar es un error muy común volver a contar esto mismo, porque por muy importante que sea para ti informar a tu público de la cantidad de empresas donde o para las que has trabajado, ¿crees que para tu audiencia sí lo es? En realidad, están deseando escucharte a ti, no sobre ti. Así que apóyate en una potente bienvenida y pasa a la acción.
3. Y para terminar…
Esta expresión es un error si desde que la dices hasta que realmente terminas pasa más de un minuto. Cuando la audiencia escucha esas tres palabras su interés se eleva repentinamente, porque nace la curiosidad por saber cuál será la conclusión final. Pero hay muchas ocasiones en las que oímos esta expresión y, sin embargo, es un falso espejismo. La presentación se alarga 5, e incluso 10 minutos. Y entonces el público se impacienta y se contagia el mirar el reloj una y otra vez pensando en que la sesión tenía que acabar ya y no acaba y el ponente había dicho que ya estaba terminando pero no termina. Piensa en cuántos discursos políticos o institucionales abusan de esta expresión…
4. Muchas gracias, si no tienen (más) preguntas damos por terminada la sesión.
Salvo por límite de tiempo o porque haya otro ponente detrás de ti, siempre, SIEMPRE da opción a preguntas. Todas las que la audiencia quiera. Y si no queda más remedio que cerrar la sesión sin contestar todas las preguntas, comparte tus datos de contacto para quien quiera consultarte dudas lo haga de manera privada.
5. Os hablaré de esto en otra ocasión
Cerramos esta primera tanda con una expresión que es más habitual de lo que parece. Si a lo largo de tu exposición, por los motivos que sean, surgen preguntas que derivan el tema del que estás hablando, siempre da una respuesta, aunque sea breve. Dejar a tu público con la miel en los labios sobre lo que realmente quiere escuchar y obligarle a oír lo que a ti te apetece contar porque es lo que te has preparado, es un acto de egoísmo. Porque como orador, debes estar abierto a la improvisación, consciente de que para seducir a tu audiencia la clave es conectar con ella dándole la información que necesita escuchar, no la que tú quieres contar.