Las 10 frases que un buen orador no debería decir (Parte II)
«No es lo mismo estar dormido que durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que jodiendo». El escritor y Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela nos dejó numerosas frases para la posteridad, fruto de su ingenio y don con la palabra. La elegida para abrir este post es un claro ejemplo de cómo la selección de nuestras palabras es clave para comunicar con eficacia.
Si quieres perfeccionar tu aptitudes como ponente ante cualquier tipo de audiencia, toma nota de 10 expresiones que un buen orador no debe no usar y por qué. Si te perdiste las cinco primeras, aquí puedes revisarlas, porque en este artículo vamos a ver las cinco restantes centradas en cuidar la imagen que el orador proyecta de sí mismo.
6. No entiendo a los que les da miedo hablar en público, ¡a mí me encanta!
Se dice que el 75% de la población padece glosofobia: miedo a hablar en público. En EE.UU. se desarrollaron estudios que revelaban que hablar en público estaba entre los miedos más comunes del ser humano, junto a otros tan determinantes como la muerte o la enfermedad. La realidad es que TODOS sentimos algo de miedo al hablar en público, en mayor o menor medida, y es un miedo «bueno», porque nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos y superarnos. Quien se incluya en el 75% de la población que claramente puede ponerle nombre y apellidos a su miedo, lo experimentará especialmente en síntomas físicos. Y quien crea que está «a salvo» y forma parte del 25% que no padece glosofobia, en realidad es que nunca se ha tomado en serio el respeto y el honor que supone hablar ante una audiencia. Por eso, nunca subestimes a un compañero de trabajo, un amigo o conocido que sufra ante la perspectiva de tener que impartir una presentación. Mejor pregúntate si no serás tú quien no le está dando la importancia que tiene.
7. A mí hablar en público no se me da nada bien
Pero de la misma forma que la humildad engrandece al orador, la falta de autoestima le empequeñece. Le resta credibilidad y apaga su posibilidad de brillar y encandilar a su audiencia, sobre todo si verbaliza su miedo y lo hace evidente. Hablar en público es un acto de humildad, pero al mismo tiempo de valentía. Es una habilidad profesional imprescindible y una cualidad social inherente al ser humano. De una forma u otra, todos estamos expuestos a tener que hablar en público. Por eso, para salvaguardar tu reputación y no mermar tu autoestima, no pienses que se te da mal ni mucho menos lo proclames a los cuatro vientos delante de tu audiencia. Porque en realidad, lo que te falta es PRACTICAR y APRENDER técnicas de oratoria eficaces. Y eso tiene solución.
8. Yo soy un experto en este tema
A esta frase le falta la continuación: «Yo soy un experto en este tema, del que nunca dejo de aprender». La realidad es que en el mundo actual nadie, en ninguna profesión, puede permitirse el lujo de no seguir formándose. La tecnología y las habilidades profesionales evolucionan continuamente. Pretender que lo sabes todo del tema que vas a exponer y encimar alardear de ello, no sólo denota una gran falta de humildad, también de inteligencia, incluso ante una audiencia reducida.
9. Las decisiones tomadas fueron las adecuadas
La evidencia es innegable. Y los datos imborrables. Si como oradores o portavoces de una compañía hay certeza y/o evidencia de que lo que dijimos o hicimos en otro momento fue un error, admítelo y no pongas tu credibilidad en jaque. La exigencia de una audiencia por disponer de la verdad aumenta cuanto más le toca de cerca el tema que el orador va a abordar. Por ejemplo, ante la crisis sanitaria y económica provocada por el Covid-19 -en plena epidemia global en el momento de publicar este artículo (Abril 2020)- el sentir común de los ciudadanos es que se ha actuado «tarde» a pesar de haber contado con antecedentes e información que podrían haber llevado a las autoridades a tomar medidas con prontitud. Negar este hecho es un error como orador, como portavoz y como institución. Negar la evidencia conlleva desacreditarse a uno mismo.
10.
Tranquil@. No es un error. No falta nada tras el número 10. Porque la última expresión que un orador debe evitar es, precisamente, la de NO DECIR ni HACER NADA. Callarse. Obviar una pregunta. Desaparecer. Huir… El miedo escénico puede jugar muy malas pasadas, como le ocurrió al director de cine Michael Bay en 2014. La falta de conocimiento puede bloquear tu capacidad de respuesta ante una pregunta de un asistente. Un imprevisto puede hacerte perder el hilo de tu intervención. Todo eso puede pasar, es cierto. Pero, a pesar de ello, hay que seguir adelante. Aunque te equivoques en la respuesta o el ritmo de tu ponencia ya no sea el mismo. Porque los aprendizajes adquiridos tras afrontar momentos complicados son los que a la larga enriquecerán tu habilidad como orador.